Se puede borrar y volver a escribir.

miércoles, 1 de abril de 2009

Reflexiones de un domingo cualquiera y lo que puede pasar cuando tomas mate mientras escuchas a Frusciante

((Cuando todavía no había pisado los treinta, escribía cosas como estas, con títulos extremadamente extensos)).



Como manzanas hace 17 años. Dos por día, lo que haría un total de unas 730 manzanas al año, durante 17, son...12.410 manzanas en lo que va de mi vida.

Qué cosa el tema este de los cálculos, ¿no? Porque en realidad, no recuerdo si verdaderamente empecé en tercer grado a comer tanta fruta o fue antes, o después, que para el caso es lo mismo.
Tampoco puedo decir con exactitud que han sido dos por día durante los 365 de cada uno de esos años. ¿Y los bisiestos? Me olvidé de los bisiestos.

Por otro lado, me inquieta el factor del desperdicio.  La mayoría de las veces, va con cáscara. Pero no siempre. Entonces, semillas, cabitos, mellas, magulles, etiquetas y, a veces, cáscaras. Sin todo eso, no se si pudo seguir hablando de manzanas. Dos por día, enteras.

Ahora, no puedo escaparme del hecho de que, en definitiva, sean 12.410, más o menos, he comido muchas. Rojas, verdes, pequeñas, grandes, naturales, frías, argentinas, bolivianas, chilenas, uruguayas, brasileras, paraguayas, jamaiquinas, estadounidenses, españolas, italianas, israelíes, arenosas, jugosas, intermedias, muy ricas, ricas, no tanto, nunca feas. Sola, con amigos, con amigas, en familia, con novio, con ex novio, con el gato, con los gatos, en mi casa, en otra casa, en la calle sentada y en la calle parada, en un bar, restaurant, cafetín, puestito, en el colectivo, en el subte, en un auto, en el tren, en avión, helicóptero, en moto, bicicleta, en patines, caminando descalza, en zapatillas, zapatos y hasta en ojotas.

Para mi la manzana es como la hepatalgina pero sin el comercial del Negro Rada. ¿O era el Negro Fontova? Antes o después de las comidas.

Cuando era más chica y no había entendido aun el concepto de “salir a buscar”, me ponía muy nerviosa cuando no tenía mi manzana para comer luego de almorzar y cenar. Nerviosa es N-E-R-V-I-O-S-A. Creo que lloré algunas veces. Claro, ¿cómo no culpar a la ausente manzana? Bastante más simple que tener que decirle a mi mamá que podía oler todo lo que pasaba en el cuarto de al lado. Sin dudas más fácil que pedirle a mi papá que alguna vez me diga sin palabras que me quiere. Definitivamente más práctico que tratar de entender quién me mando a ser tan capricorniana.

La cuestión igual, es que me gusta mucho la manzana y no creo que sea casual. Pero no, en realidad esa no es la cuestión. El punto era que me resulta una situación muy decepcionante cortar una manzana en dos y encontrar que su centro está ennegrecido, podrido o en vías de.  Mucho peor si ese descubrimiento es lento, mordisco a mordisco. Ah si, qué momento terrible ese. Porque en general, las más feas por dentro son bellísimas por fuera. Grandes, firmes, brillantes, intensas. Entonces, uno, ingenuo y superficial, las guarda para el mejor momento, las conserva como si fuera la Venus del Milo, las aleja de la tentación y el desenfreno hormonal, hasta que no se resiste más y el contacto se produce. Lento a veces, muy lento, y a veces no. A veces no restan sino segundos hasta que se llega al centro. Y en ese devenir de la extinción de la poética fruta, se produce el desastre. El contacto con lo real. El develamiento del secreto que ella llevaba (bien) guardado en su interior. El contacto con lo real, dije, si, que loco. Bueno, loco no, lacaniano. Que no se si estaba loco o no pero ese no es, nuevamente, el punto porque quién sabe qué es estar loco, ¿no? ¿Quién puede decidirlo? Tampoco importa en este momento porque todo esto venía a otra cosa.

No quiero darme cuenta en el camino que la manzana estaba podrida. Quiero agarrarla antes de que se pudra (todo), y si eso no es evitable y en su interior las bacterias tienen el deber de descomponer su jugosa pulpa porque así me enseñaron en la escuela que es el inevitable ciclo de la vida, pues entonces exijo estar al tanto. Poder descartarla sin si quiera haberla tocado, es todo lo que pido. Indudablemente, eso es lo que esto es: una exigencia. The right to know y la opción de decidir.
Si la tomo, si la dejo, la consumo, la descarto, la lavo, la seco, la rescato, la corto, la arranco, la mimo, la guardo, la enfrío, la quiero, la seduzco, la abandono, la aborrezco.
Si me la como mientras se pudre todo. O no.


R.

(Abril 2009)