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domingo, 17 de enero de 2016

Libertango.

En la puerta de casa hay un pibe que quiere aprender a andar en bicicleta.
Alguien que parece ser su papá
aunque podría ser tu tío
su hermano de algún matrimonio anterior
tal vez un amigo de su mamá

que parece ser aquella mujer
delgada
en zapatillas y remera blanca
que está parada en la otra esquina
con una nena rubia a su lado
con cintas rosas en las trenzas

Alguien que parece ser su papá
sostiene muy fuerte
el asiento de cuero negro
y corre a su lado
intentando que no se note
que está jadeando, sediento

El pibe pedalea, pedalea
y lo pierdo mientras doblo en la esquina
porque
Salí por el barrio a buscar tierra. 
Hace mucho calor. 
Una señora dice
que hay 35 grados y le creo. 
Está nublado. Sale el sol. Otra vez nublado. 

Me recuerda a aquél domingo
Cumplía quince años,
la edad a la que ninguna niña como yo
quiere llegar
Una amiga me llevó a pasear por la capital 
y no quise sospechar de su plan

A la vuelta me esperaba
un cúmulo 
no muy grande
de gente
(en los noventas, se veraneaba en enero)
que  cuando abrí la puerta dijeron la palabra "sorpresa". 
Ese día aprendí algo importante sobre mi: no me gustan las fiestas sorpresa. 

En la puerta de casa hay un pibe  que está aprendiendo a andar en bicicleta. 
Su papá ya no corre a su lado sosteniéndole el asiento
y su mamá junto a su hermanita lo esperan unos metros más lejos. 
Él pedalea, pedalea. Se tambalea y pedalea más. 
Bien pibe, pienso. 

El día que aprendí a andar en bicicleta lo recuerdo muy bien. 
Mi vieja me dijo: "yo no puedo andar sosteniéndote el asiento", así que lo hizo solo dos veces. Giraba para mirarme cada vez que le mostraba mis avances.  
La única vez que tuve tantos moretones en mi vida, fue después de un recital de punk rock. 
Pero nunca me había sentido tan libre. 

En la puerta de casa hoy un pibe aprendió a andar en bicicleta. 
En la puerta de casa hoy un pibe se hizo libre.